Un día como hoy fallece Barbara McClintock
Ganó el premio nobel de medicina por su descubrimiento de los elementos genéticos móviles en 1983
@Fernanda Soto
En agosto de 1931, la publicación de un artículo sobre genética sorprendió al mundo de las ciencias de la vida. Estaba firmado por una joven investigadora, Barbara McClintock –nacida en 1902– y respondía con precisión a la pregunta más interesante del momento: ¿en qué estructura de la célula se encuentran localizados genes? Mediante un innovador trabajo, que ha sido considerado como «uno de los experimentos verdaderamente grandes de la Biología», una desconocida McClintock, en colaboración con su estudiante de doctorado Harriet Creighton, asombraba a sus colegas.
El hallazgo fue primordial porque permitió establecer uno de los principales pilares de la genética moderna. Pero, para Barbara McClintock sólo constituyó el principio de una carrera que a la postre se reveló extraordinaria. Así, aunque hacia la mitad de la década de 1930 ya había dejado una huella imborrable en la historia de la genética, alcanzando un prestigio y un reconocimiento que pocas mujeres de su época hubieran podido imaginar, lo más grande de su carrera aún estaba por venir.
Tras dedicar más de seis años de ardua y solitaria investigación con plantas de maíz cultivadas por ella misma, McClintock logró descubrir que los elementos móviles representaban un mecanismo crucial de considerable importancia para el crecimiento, el desarrollo y la evolución de los organismos vivos.
Finalmente, en 1983, cuando Barbara McClintock tenía ochenta y un años de edad, recibió un más que merecido premio Nobel «por sus descubrimientos nuevos y antiguos». En esta ocasión el galardón era extraordinario en muchos aspectos. Sólo una vez había esperado tanto tiempo el Comité del Nobel para laurear a un investigador. Se otorgaba a una sola persona, hecho muy poco frecuente porque, salvo unos pocos, el Nobel en Fisiología o Medicina suele ser compartido por dos o tres ganadores. Era la séptima mujer que recibía el preciado galardón de ciencias y, además, éste generalmente se concede a investigaciones de Biomedicina o Biología Animal, nunca antes se había otorgado por estudios realizados en plantas. McClintock ganó después de que quedase claro que su trabajo tenía implicaciones más allá de la Botánica.
En definitiva, el hecho de que tan prestigioso premio hubiese sido otorgado en solitario a una mujer por sus trabajos en torno a las plantas, tuvo una gran repercusión en todo el mundo, científico y no científico. El profesor García Olmedo, haciéndose eco del acontecimiento, hermosamente ha escrito: «Habían concedido el Nobel a un ser casi invisible que llevaba varias décadas residiendo en el núcleo de una célula de maíz.»
El 2 de septiembre de 1992, Barbara McClintock murió a la edad de 90 años, y casi hasta sus últimos momentos mostró una apasionada resistencia ante cualquier cosa que la distrajese o apartase del principal gozo de su vida: la investigación. Dejó como legado una extensa obra. Los elementos móviles, su descubrimiento más destacado, se usan hoy en una tecnología sumamente innovadora: la Ingeniería Genética. Además, son los reconocidos responsables de muchas mutaciones y juegan un importante papel en novedosas investigaciones de biomedicina.
Para la comunidad científica, Barbara McClintock está entre las figuras más grandes de la Biología del siglo XX. La vida de esta excepcional mujer, que siempre supo mantenerse firme en sus convicciones y ajena a los altibajos de las modas o corrientes biológicas en boga, representa, por encima de todo, la libertad del pensamiento.