A quien corresponda:

Ante el feminicidio, la sociedad indiferente no logra la empatía mínima con las víctimas indirectas

A más de dos años del feminicidio, el proceso jurídico legal continúa, hay mucho que las personas ignoran al respecto, a muchas de ellas les muy fácil decir “la vida sigue”, también escucho el “ya supéralo” o “ya debes de darle vuelta a la página”, como si eso de “darle la vuelta” se pudiera aplicar tan literalmente en la vida.

No logro identificar con claridad el sentimiento que me genera escuchar esas palabras, no sé qué es mayor, si la molestia y el enojo, o la tristeza que me generan. Me cuesta trabajo identificar con claridad si esas palabras logran que en mi ser aumente el sentimiento de impotencia y frustración por todo lo que implica un proceso de feminicidio o la impotencia y frustración son por ver y escuchar la indiferencia de las personas, su ignorancia, su incapacidad empática, su inhumanidad. Cuando escucho ese tipo de palabras, intento respirar profundo, veo a la persona y me digo para mis adentros –en verdad, es lo mejor que puede expresar. ¡Qué estupidez!

Claro que me molesta que alguien se atreva a hablar con tanta ligereza o que con su actuar exprese indiferencia e ignorancia. En mi interior me da tristeza tener que soportar ese tipo de personas. Cuando me pasa algo así, no puedo evitar pensar ¿Qué haría esta persona si viviera una experiencia así?, si le pasara a una mujer de su familia ¿Pensaría igual?, ¿Tendría el humor y ánimo para decir lo mismo que expresa ahora? ¿Podría en verdad “darle vuelta a la página” y seguir su vida como si “nada” hubiese pasado?

Pido a Dios, Padre, Yahvé, Jehová, Universo, Todo Poderoso que nunca más una mujer y ninguna familia viva un feminicidio.  

Pero ¡Qué barbaridad! Creo que por eso hay cosas que no han logrado cambiar, porque hay gente a la cual le es más fácil juzgar que pensar. Hay personas que hablan con tanta facilidad y ligereza que sólo dejan ver la irresponsabilidad y desinformación en sus palabras. Sucede con personas que escriben y se dicen cultas, pero para mi gusto, les hace falta sentido humano. Con personas que tienen títulos académicos pero que desgraciadamente carecen de capacidad empática, e igual pasa con personas analfabetas que creen que la vida es una telenovela.

Quizá pensar en la forma de promover el cambio de pensamiento y de actuar en las personas, es pensar en una utopía.  Es sumamente complejo, porque no basta con tener información y conocer, hay que saber cómo hacer las cosas diferentes y más aún, hay que querer cambiar y ser perseverante, intentar una y otra y otra vez, y cuantas veces sea necesario, hasta que sean las acciones las que den testimonio del cambio y la transformación.  

La realidad es que no podemos cambiar a nadie y nadie cambia sólo porque una lo desea. Así que lo mejor es aceptar de una vez y cuanto antes que, el cambio inicia cuando una cambia. 

No puedo decidir lo que digan o no las otras personas, pero sí puedo elegir poner distancia de personas que no aceptan que me vivo en un proceso de duelo y un proceso ante un tribunal de enjuiciamiento por el feminicidio de una mujer amada.

No puedo hacer que las personas decidan conocer, informarse y participar más activamente para que la justicia prevalezca, pero sí puedo generar acciones que inviten a reflexionar y analizar, a pensar y razonar que hay otras formas de actuar, formas más humanas e íntegras que dignifiquen a cada mujer y ser vivo.

No puedo evitar que me lastime la indiferencia e insensibilidad de algunas personas, pero sí puedo elegir las personas con las que quiero relacionarme, y elegir convivir con quienes coincidimos en valores.

No puedo evitar que las personas expresen “barbaridad y media”, pero sí puedo tener mayor cuidado con las palabras que yo digo, evitar emitir juicios de valor, actuar y hablar con mayor prudencia y compasión hacia mis semejantes.

No puedo hacer nada para “controlar” el actuar de otras personas. Lo cual, honestamente, me genera una gran impotencia, pero ello me recuerda y me confirma que el cambio inicia en una misma.

Con humildad admito que tengo heridas que están a flor de piel (siguen doliendo), reconozco que hay muchísimo por trabajar, el proceso aún no termina y sigo deseando que el tribunal de enjuiciamiento actúe con justicia y mayor prontitud.

Acepto que las heridas del corazón no se ven, pero no verlas, no significa que no están presentes.

Atte.

Aprendiendo a VIVIR

P.D. “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”.

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