Un día como hoy nació Ella Fitzgerald
Ella Fitzgerald, conocida como “la primera dama de la canción”,es considerada junto a Billie Holiday y Sarah Vaughan la cantante más importante de la historia del jazz, aunque también interpretó swing, blues, bossa nova, pop o góspel
@Fonema/Redacción
Durante su carrera vendió más de 40 millones discos y fue reconocida con numerosos premios, entre ellos,13 Grammy o la Medalla Nacional de las Artes. La estrella nace un día como hoy en 1917, por lo que queremos recordar su importante papel en la música y en el reconocimiento de las mujeres negras en plena época de lucha contra la segregación racial y los derechos civiles.
Ella Fitzgerald nace en Newport News, Virginia, el 25 de abril de 1917, hija de William Fitzgerald, conductor de tren, y Temperance Fitzgerald, lavandera. Cuando sus padres se separan y su madre comienza a salir con un emigrante portugués, Joseph Da Silva, deciden mudarse a Yonkers, al norte de Nueva York, donde pasaron por situaciones de pobreza extrema, tanto que la niña tuvo que comenzar a trabajar para poder llevar dinero a su familia, especialmente cuando nace su hermana, Frances Da Silva, en 1923. Ella empieza su educación formal en aquella región a la edad de seis años y era en principio una alumna brillante, a pesar de cambiar frecuentemente de colegio y de las necesidades que pasaba en casa.
Su pasión por la música surge ya en estos primeros años, cuando escucha canciones de jazz de Louis Armstrong, Bing Crosby y Connee Boswell, cantante de The Boswell Sisters. “Mi madre trajo a casa uno de sus discos y me enamoré de él… Intenté con todas mis fuerzas sonar como ella”, confesó en alguna ocasión respecto a la influencia de esta última sobre su vena artística. También participó en el coro la Bethany African Methodist Episcopal Church, a la que su familia solía acudir con frecuencia porque era metodista.
En 1932 la madre de Ella muere en un accidente de tráfico y en ese momento comienzan unos años muy duros para la artista. Tras estar con Da Silva durante un breve período de tiempo, su tía Virginia se hizo cargo de ella, pues parece que hubo alguna situación de maltrato por parte de su padrastro. Pronto, este muere de un ataque cardíaco y su hermana Frances se une a ella y su tía a Harlem.
En este ambiente, Ella comenzó a tener problemas de absentismo escolar y a deambular por las calles de este distrito de Nueva York, a veces trabajando como vigilante en un burdel o para corredores de apuestas de la mafia. Esto la llevó a ser detenida por la policía e internada, primero, en el asilo de huérfanos negros de Riverdale en el Bronx y, después, al reformatorio New York Training School for Girls, de Hudson, donde recibió numerosos abusos por parte de los guardias. Nina Bernstein, periodista de The New York Times, recogía años más tarde estas agresiones en un artículo llamado “Las niñas negras”. Aunque en el centro había un programa de música, Ella nunca quiso participar en él. De hecho, motivada por su deseo de ser bailarina, escapó del reformatorio y se encontró con 15 años sola, en plena Gran Depresión, y sin saber qué hacer, teniendo que dormir muchas noches en la calle y mendigando dinero a cambio de algunas cuantas canciones.
Su suerte cambia a los 17 años, en 1934, cuando realiza una audición para el Amateur Night en el Apollo Theatre con la canción Judy, al estilo de su ídola Connee Boswell. Cuando se presentó lo hizo con la intención de bailar, pero se cohibió al ver justo antes de su interpretación un dúo de baile local llamado Edwards Sisters, así que optó por cambiar de registro y cantar. “Una vez allí, sentí la aceptación y el amor de mi audiencia”, contaba al respecto. “Sabía que quería cantar ante la gente el resto de mi vida”.
Aunque el jurado se mostraba al principio escéptico por verla con ropa sucia y raída, su talento los cautivó desde la primera nota. Gana este concurso y también la oportunidad de actuar durante una semana con la banda Tiny Bradshaw en la Ópera de Harlem. Allí conoció a Chick Webb, con el que actuó en el brindis de Harlem como cantante principal de la Chick Webb Orchestra. Luego, el líder del grupo la contrata y tiene su primer concierto el 8 de marzo de 1935 en la Universidad de Yale, donde se ganó a la multitud blanca. Así se convierte en la voz de la orquesta y Webb en su tutor legal. Con él comienza a actuar y a efectuar su melodía en el Savoy Ballroom de Harlem.
Pero pronto comienzan las giras. Con la banda pasó varios años en los que grabó algunos grandes éxitos, como If you can’t sing it, you’ll have to swing it o la nana A tisket a tasket, que en 1938 la condujo al éxito. En estos años Ella canta, principalmente, pop y swing, aún no practica el scat, una técnica de improvisación vocal, generalmente con palabras y sílabas sin sentido, propia del jazz.
En 1939, con la muerte de Chick Webb por tuberculosis, se convierte en líder de la banda, cuyo nombre pasa a ser Ella Fitzgerald and her famous orchestra. En ella estuvo varios años, hasta que en 1941, cansada por el esfuerzo que suponía dirigirla, decidió disolverla y comenzar a actuar en solitario. En ese periodo actúa con Luis Jordan, The Delta Rhythm y The Ink Spots, entre otros.
En 1946 empieza a cantar en los conciertos de la Jazz at the Philharmonic (JAP), junto a Norman Granz, que se convierte en su mánager. Sus giras suceden, principalmente en estados aún segregados, por lo que Granz exigía a los promotores que se aseguraran de que no hubiera asientos “para negros y para blancos” y de que Ella recibiera el mismo salario y alojamiento que el resto de artistas. Tuvo claro su representante que, si no se cumplían las condiciones, los espectáculos se cancelarían.
Esta asociación con Granz supuso, sin duda, un cambio vertiginoso en el estilo y el éxito de Ella. En esos años adoptó el bebop e introduce fragmentos de scat en sus interpretaciones. Sus grabaciones de Lady be good, How high the Moon y Flying home la consolidan en ese momento como dama de la canción jazz. “Intenté hacer con mi voz lo que oí hacer a los cuernos de la banda”, confesó respecto al cambio vocal de ese periodo.
Pero la artista también aparece en películas y diversos programas de televisión y, pronto, llega uno de sus sueños, tocar junto a Louis Armstrong, al que tanto admiró durante su infancia en Yonkers. En este periodo se producen algunas de sus canciones más conocidas, como Dream a little dream of me, Cheek to cheek, Into each life some rain must fall o It don’t mean a thing (If it ain ‘t got that swing).
Su papel más importante en la gran pantalla es el personaje de la cantante Maggie Jackson en la película de jazz de 1955, Pete Kelly’s Blues, junto a Janet Leigh y la cantante Peggy Lee. Después apareció en cameos esporádicos como en St. Louis Blues (1958) y Let No Man Write My Epitaph (1960). Entre sus apariciones en programas, destacan The Frank Sinatra Show, The Carol Burnett Show, The Andy Williams Show y The Pat Boone Chevy Showroom, así como The Ed Sullivan Show, en el que apareció en varias ocasiones. También lo hizo en anuncios de televisión, siendo el más famoso un anuncio de Memorex, en el que cantó una nota que rompió un vaso mientras se grababa en una cinta de casete de la marca.
En 1954 realizó una gira por Australia que supuso en un nuevo récord de taquilla. Pero se vio empañada por un ataque de discriminación racial en Sidney, que la llevó a suspender dos conciertos en la ciudad. En otra ocasión cuando estaba en Dallas de gira, un grupo de policías irrumpió detrás del escenario para molestar a los artistas. Entraron en el camerino de Ella, donde los miembros de la banda Dizzy Gillespie e Illinois Jacquet estaban jugando a los dados y los arrestaron a todos. “Nos derribaron”, recordaba Ella sobre aquel incidente, “y luego, cuando llegamos, tuvieron el descaro de pedir un autógrafo”.
Así, la artista recordaba en sus memorias que una de sus grandes deudas era con Marilyn Monroe. “Fue por ella que toqué en el Mocambo, un club nocturno muy popular en los años cincuenta. Ella personalmente llamó al dueño del Mocambo y le dijo que quería que me reservaran de inmediato, y que, si él lo hacía, tomaría frente a la mesa todas las noches. Ella le dijo, y era cierto, debido al estatus de superestrella de Marilyn, que la prensa se volvería loca. El propietario dijo que sí, y Marilyn estaba allí, en la mesa del frente, todas las noches. La prensa se fue por la borda. Después de eso nunca tuve que volver a tocar en un pequeño club de jazz. Era una mujer inusual, un poco adelantada a su tiempo. Y no lo sabía”, confesó para su biógrafo.
En 1974 canta junto a Count Basie y Frank Sinatra, que había dejado su autoretiro para ello, en una serie de conciertos en el Caesars Palace de Las Vegas. Tuvieron un enorme éxito y los repiten en septiembre de 1975 en Broadway, donde en apenas dos semanas recaudan cerca de un millón de dólares.
En 1985, Fitzgerald fue hospitalizada brevemente por problemas respiratorios y más tarde sufre una insuficiencia cardíaca. Sus problemas de salud fueron tales que empezaron a impactar en su voz. “Con frecuencia usaba frases cortas y punzantes, y su voz era más dura, con un vibrato más amplio”, escribió un biógrafo Stuart Nicholson. Por eso sus postreras grabaciones se produjeron a principios de la década de los noventa y su último concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, aunque ella misma hubiera dicho antes que «lo único mejor que cantar es más canto”. La última aparición pública que se le conoce ocurre en 1993. Ese mismo año Ella sufre la amputación de ambas piernas por los efectos de la diabetes y comienza a perder la visión, pero su imagen siguió proyectándose a través de numerosos eventos y actos, como la creación de la Fundación Benéfica Ella Fitzgerald, que desde 1993 ofrece oportunidades musicales a niños con bajos recursos, así como una atención alimenticia y médica básica para quienes más lo necesitan. Asimismo, gran parte de lo que recauda la fundación va dirigido a la investigación en torno a la diabetes, las enfermedades cardíacas y la discapacidad visual, que tanto afectaron a la artista.
En 1996, cansada de estar en el hospital, quiso pasar sus últimos días en casa. Solía pasar largo rato en su silla de ruedas en el patio trasero de su casa de Beverly Hills en Whittier, con su hijo Ray y su nieta, Alice, de 12 años de edad. “Solo quiero oler el aire, escuchar a los pájaros y escuchar reír a Alice”, parece que les contó en aquellos días. Así, muere el 15 de junio de 1996 a los 79 años, dejando un importante legado para la cultura estadounidense y mundial. Unas horas después de su muerte, se inauguró el Festival de Jazz de Playboy en el Hollywood Bowl y allí colocaron un cartel que decía “Ella, te extrañaremos”. Tras su funeral, fue enterrada en el cementerio de Inglewood Park en Inglewood de California. Tras su muerte, su reputación no hizo más que aumentar, reconociéndola como una prodigiosa del jazz hasta nuestros días.
Ella Fitzgerald tenía una voz resonante y pura, una gran dicción y entonación, además de su alta capacidad para la improvisación, pero, sobre todo, tenía una capacidad innata para atrapar a su público, algo que contrasta con su vida detrás de los escenarios, eminentemente solitaria. Le gustaba ir de gira por ello, era como vivir otras vidas.
Ha ganado numerosos premios y recibido otros tantos reconocimientos, algunos de ellos en vida, como la Medalla Nacional de las Artes que le concedió Ronald Reagan en 1987, la canción Ella, elle l’a (‘Ella, ella lo tiene’) que la intérprete francesa France Gall compuso ese mismo año, un doctorado honorario en Música por la Universidad de Harvard en 1990 o la Medalla Presidencial de la Libertad en 1992. Además, ganó catorce premios Grammy, incluyendo el Grammy a toda su carrera.
Entre los homenajes a la artista destacamos la escultura de bronce que luce en la ciudad donde creció, Yonkers, que fue realizada por Vinnie Bagwell, así como un busto en la Universidad Chapman en Orange, California. Además, en el centenario de su nacimiento la BBC transmitió tres programas especiales bajo el nombre de Ella a los 100, recordando su legado, y en 2019 se estrenó la película Ella Fitzgerald Just one of those things, donde se incluyen entrevistas con muchos artistas que la conocieron y que pudieron apreciar el talento de aquella niña que un día vagaba sin dinero por las calles de Harlem deseosa de bailar.
Por Natalia Ruiz-González.