El 18 de abril de 1909 fue beatificada Juana de Arco
Juana de Arco, también conocida como la Doncella de Orleáns, fue una heroína y santa francesa.
@Fonema / Redacción
Su festividad es el día de su muerte, como es tradición en la Iglesia Católica, el 30 de mayo. Los clérigos la condenaron por herejía y el duque Juan de Bedford la quemó viva en Ruán. La familia de Juana también reunió las pruebas necesarias para la revisión del juicio y las envió al Papa, pero éste se negó definitivamente a reabrir el proceso.
A la muerte de Nicolás V, fue elegido el 8 de abril de 1456 el Papa español Calixto III (Alfonso de Borja), y fue él quien se dispuso a reabrir el caso. La inocencia de Juana fue reconocida ese mismo año, en un proceso donde hubo numerosos testimonios y se declararon herejes a los jueces que la habían condenado.
Finalmente, ya en el siglo XX, el 18 de abril de 1909 fue beatificada y posteriormente declarada santa en 1920 por el Papa Benedicto XV. Ese mismo año fue declarada como la Santa Patrona de Francia.
¿Quién fue Juana de Arco?
Juana de Arco (en francés, Jeanne d’Arc), fue una campesina cristiana de la Edad Media que se convirtió en heroína nacional de Francia. Lideró tropas del ejército francés contra ingleses y borgoñones en episodios decisivos de la Guerra de los Cien Años. Con su ayuda, Carlos VII de Valois logró coronarse rey de Francia.
Su historia es muy conocida ya que, a pesar de ser mujer y campesina en una época en la que la guerra era conducida por hombres de la nobleza, logró encabezar importantes fuerzas del ejército francés con apenas 17 años de edad.
Afirmaba que la guiaban voces y visiones de ángeles y santas. A lo largo del tiempo se han propuesto distintas explicaciones para estas visiones, desde la esquizofrenia y la astucia hasta una sincera creencia religiosa. Cuando tenía 19 años fue quemada en la hoguera por acusaciones de herejía.
Hoy en día se recuerda a Juana de Arco como una heroína nacional en Francia, como una mártir cristiana o como un ejemplo de la emancipación de la mujer frente a los roles sociales convencionales. Su imagen fue empleada como símbolo de unidad nacional y como inspiración para las tropas francesas durante episodios militares como la Guerra franco-prusiana y la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Su vida fue representada en numerosas obras teatrales, literarias y cinematográficas.
Nacimiento e infancia de Juana de Arco
Juana de Arco nació en la aldea de Domrémy, en el noreste de Francia, que actualmente lleva el nombre de Domrémy-la-Pucelle en su memoria (“la Pucelle”, que suele traducirse como “la Doncella”, fue el sobrenombre que recibió Juana debido a su juventud).
Se ignora la fecha exacta de su nacimiento, ya que en aquella época no existía un registro de nacimientos y bautismos de campesinos como los que vivían en Domrémy. Sin embargo, en la primera sesión del interrogatorio al que fue sometida por un tribunal eclesiástico, el 21 de febrero de 1431, afirmó tener “alrededor de diecinueve años”, lo que sugiere que nació en 1412.
Su nombre de nacimiento y con el que firmaba las cartas que dictaba (pues era analfabeta) era Jehanne; así se escribía Jeanne en el francés de la época. Al parecer, en su pueblo la conocían como Jeannette (algo así como “Juanita” en español).
Era hija de un agricultor llamado Jacques Darc, que poseía tierras y ocupaba cargos públicos en Domrémy pero no pertenecía a la nobleza (fue ennoblecido junto con su familia por el rey Carlos VII en 1429). Su apellido aparece escrito en las fuentes históricas de distintos modos (por ejemplo, Darc, d’Arc, Tarc), pero el apellido con el que se conoció a Juana fue d’Arc (castellanizado como “de Arco”). El origen de este apellido es motivo de discusión: algunos investigadores sugieren que es una referencia al pueblo cercano de Arc-en-Barrois, pero no existe consenso al respecto.
La madre de Juana fue Isabelle Romée, cuyo nombre de nacimiento parece haber sido Isabelle de Vouthon, y que se casó con Jacques en la época en que se instalaron en Domrémy.
Hasta donde se pudo reconstruir, Juana era la cuarta de cinco hermanos (tres hermanos mayores y una hermana menor, aunque de esta no existen datos claros). Si bien Juana debía ocuparse de tareas domésticas y campesinas, su familia no atravesaba penurias económicas gracias a la posición social de su padre en la aldea.
La rivalidad entre Francia e Inglaterra provenía de al menos el año 1066, cuando Guillermo el Conquistador, duque de Normandía, conquistó el trono inglés tras resultar vencedor en la batalla de Hastings.
En adelante, los duques normandos, que eran vasallos del rey de Francia en el continente, pasaron a tener mayor poder que este, especialmente cuando Enrique Plantagenet (duque de Normandía desde 1150) se convirtió también en conde de Anjou en 1151, duque de Aquitania en 1152 (por casarse con Leonor, que acababa de divorciarse del rey Luis VII de Francia) y rey de Inglaterra en 1154. De este modo, el rey de Inglaterra era señor de gran parte del territorio francés, lo que provocó conflictos a lo largo de los años siguientes.
La Guerra de los Cien Años estalló en un momento en que el rey de Francia había recuperado la autoridad sobre la mayor parte del territorio y confiscó en 1337 el ducado de Guyana que conservaban los ingleses. A esta situación se sumó un conflicto sucesorio, pues a la muerte sin herederos del rey Carlos IV de Francia en 1328 reclamaron el trono tanto el conde Felipe de Valois, sobrino de Felipe IV de Francia, como el rey Eduardo III de Inglaterra, hijo de Isabel (la hermana de Carlos IV).
En la época en la que vivió Juana de Arco, los ingleses habían vencido en batallas como la de Agincourt (1415) y se habían aliado con los borgoñones de Francia que defendieron el derecho al trono francés del rey de Inglaterra (Enrique VI desde 1422). Ingleses y borgoñones dominaban el sudoeste y el norte de Francia, incluida París. El delfín Carlos, heredero al trono de Francia por derecho de primogenitura, controlaba la mayor parte del centro y sur con el apoyo de los armagnacs, rivales de los borgoñones, pero su situación se veía crecientemente comprometida. La intervención de Juana de Arco en 1429 inclinó la balanza a su favor.
La guerra concluyó en 1453 con la retirada de los ingleses de Francia (excepto de Calais). Si bien se extendió a lo largo de 116 años, los episodios de guerra tuvieron lugar de forma intermitente. Aun así, dejaron devastada a buena parte del territorio francés, cuya nobleza feudal resultó muy debilitada.
Inspiración divina
En el juicio al que fue sometida por un tribunal eclesiástico, Juana de Arco declaró que había escuchado la voz de Dios por primera vez cuando tenía trece años, en el jardín de su padre. Según su testimonio, dicha voz provenía del costado de la iglesia y la acompañaba una potente luz, y si bien al comienzo la embargó el miedo, luego comprendió que provenía de un ángel enviado por Dios.
En su declaración dijo que esa voz correspondía al arcángel Miguel y que este se le apareció posteriormente de modo que pudo verlo con sus propios ojos. También identificó las voces y apariciones de otras dos figuras del santoral católico: santa Catalina de Alejandría y santa Margarita de Antioquía, dos santas muy veneradas por el catolicismo de la época.
En su relato, las voces y apariciones se reiteraron durante tres años. Inicialmente la instaban a comportarse de manera piadosa y luego le insistían en que debía ir al centro de Francia, levantar el asedio de Orleans (que comenzó en octubre de 1428) y permitir que el delfín Carlos fuera coronado rey.
Las voces y visiones de Juana de Arco recibieron diversas explicaciones: desde una condición médica (como la esquizofrenia) o la astucia para lograr convencer a un buen número de personas, hasta una sincera creencia basada en una forma de interpretar el mundo o, para algunos creyentes cristianos, la verdadera inspiración divina.
De todos modos, una experiencia que parece haber influido en la decisión de Juana de entrevistarse con el delfín Carlos, independientemente de si creía o no que había sido convocada por Dios, fue la incursión militar dirigida por un gobernante borgoñón contra la ciudad de Vaucouleurs en 1428.
En aquel entonces, Domrémy estaba ubicada en el límite entre Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico. Al parecer, sus habitantes eran leales a los armagnacs que defendían el derecho al trono de Francia del delfín Carlos y, por lo tanto, estaban enfrentados con los borgoñones que, aliados de los ingleses, dominaban la mayor parte de la región.
La ciudad de Vaucouleurs, también leal a Carlos, pudo ser defendida, pero el ataque afectó a algunas aldeas cercanas que fueron incendiadas, entre ellas, Domrémy. Juana y su familia lograron huir, pero este hecho parece haber sido el que motivó su entrevista con el capitán Robert de Braudicourt en Vaucouleurs y el que determinó su intención de viajar a Chinon para encontrarse con Carlos y luchar contra los ingleses.
Juana de Arco iba al frente de sus tropas con un estandarte con los nombres Jesús y María.
Orleans era una ciudad con importancia estratégica. Algunos creían que, si caía en manos de los ingleses, estos podían vencer definitivamente a los franceses leales al delfín Carlos. El asedio inglés de la ciudad comenzó en octubre de 1428 y Juana declaró posteriormente que las voces del arcángel Miguel y las santas Catalina y Margarita la convencieron de que debía ayudar a Carlos a levantar el sitio de Orleans.
Para ello acudió a Robert de Baudricourt, capitán de una guarnición francesa en Vaucouleurs, y le solicitó una pequeña escolta para viajar al castillo de Chinon. El objetivo era entrevistarse con el delfín y convencerlo de que las voces divinas la habían enviado para ayudarlo a levantar el asedio de Orleans.
En esa época circulaban profecías acerca de una joven o virgen que salvaría el reino de Francia. Posiblemente gracias a estas creencias populares y a su propia insistencia Juana logró su cometido: vestida de hombre y acompañada de una escolta atravesó a caballo territorio hostil y llegó a Chinon a fines de febrero de 1429.
Según recogen los testimonios, Carlos recibió a Juana y esta le comunicó que quería enfrentarse militarmente a los ingleses. También le dijo que las voces le habían asegurado que sería coronado rey en Reims (ciudad donde se debía consagrar a los reyes de Francia pero que, en ese momento, estaba en manos de los borgoñones). Luego de que teólogos y otras personalidades religiosas la examinaran para garantizar que era una buena cristiana, el delfín decidió confiar en ella.
Esta decisión posiblemente se debió a la situación desesperada en la que se encontraba Orleans luego de meses de asedio, lo que justificaba el recurso a una figura inspiradora que levantara la moral de los franceses. Así fue que Carlos la puso al frente de un ejército llevando armadura, espada y un estandarte con los nombres de Jesús y María.
Con sus tropas y vituallas para los asediados llegó a las afueras de Orleans y logró penetrar en la ciudad. Durante los días siguientes se sucedieron ataques contra las fortalezas que mantenían los ingleses en los alrededores hasta que, al noveno día, los ingleses se retiraron.
Los historiadores no se ponen de acuerdo respecto al rol que tuvo Juana en la defensa de Orleans. Algunos sostienen que su presencia fue decisiva, ya sea por su arrojo junto a las tropas o por el efecto de su figura en la moral de los defensores. Otros sugieren que el éxito se debió a un cambio de táctica ajeno a las decisiones de Juana que, sin embargo, permitió que esta fuera percibida como la heroína de las profecías.
Lo que parece cierto es que tuvo un papel activo en la inspiración de los defensores de la ciudad y que participó en algunos ataques contra las posiciones inglesas enarbolando su estandarte, hasta el punto que resultó herida en el hombro por una flecha. Por esto se la conoce habitualmente como “la doncella de Orleans”.
La campaña del Loira
Luego de la exitosa defensa de Orleans, las tropas francesas al servicio del delfín Carlos pasaron a la ofensiva. Juana de Arco participó activamente en esta campaña y algunos historiadores afirman que fue suya la iniciativa debido a su convencimiento de que había que avanzar hasta Reims para la coronación de Carlos. De todos modos, se tiene constancia de que en su planificación e implementación participaron también otros consejeros y comandantes.
La campaña del Loira de junio de 1429 consistió en la conquista sucesiva de tres ciudades del valle del río Loira (Jargeau, Meung-sur-Loire y Beaugency), ubicadas junto a puentes de importancia estratégica controlados por los ingleses, y la victoria en la batalla de Patay.
Esta seguidilla de éxitos militares sentó las bases del avance francés hacia el norte. Juana de Arco estuvo al frente de algunas de estas tropas junto al duque Juan II de Alençón, a quien ella se refería como “el duque gentil”, aunque en Patay su contingente llegó cuando ya habían vencido la caballería y la infantería de otros comandantes, como La Hire y Jean Poton de Xaintrailles.
Tras el éxito en esta campaña, quedaba liberado el camino para seguir con el plan ideado por Juana (que ella atribuía a la inspiración divina), es decir, avanzar junto a Carlos hasta Reims, en el norte, y coronarlo rey en la catedral.
La coronación de Carlos VII
Entre las misiones que, según afirmaba Juana de Arco, le habían sido encomendadas por Dios, estaba la de acompañar al delfín a Reims, donde debía ser coronado rey legítimo de Francia. La empresa era peligrosa, ya que implicaba avanzar sobre territorio controlado por borgoñones e ingleses. Sin embargo, Juana estaba convencida de que era importante coronar cuanto antes a Carlos en la catedral de Reims, lugar tradicional de consagración de los reyes de Francia, para que su legitimidad tuviera sanción divina.
Debido a la contundente victoria en Orleans y el valle del Loira, y posiblemente también a la reputación de Juana, las poblaciones por las que pasó el ejército de Carlos se fueron rindiendo o se mostraron leales al delfín, incluida la ciudad de Troyes que inicialmente resistió, pero concluyó capitulando.
Así fue que las tropas llegaron a Reims, donde los habitantes abrieron las puertas y, el 17 de julio de 1429, el delfín fue coronado rey de Francia como Carlos VII, acompañado en la ceremonia por Juana de Arco, cuyas proezas alcanzaron aquí su punto máximo.
Tras su coronación en Reims, Carlos VII negoció una tregua de dos semanas con los borgoñones que aprovecharon para reforzar la defensa de París ante el inminente ataque. El control de la capital tenía importancia política, y su captura por parte de Carlos VII hubiera supuesto un duro golpe para los borgoñones y la definitiva inclinación de la balanza a favor de los armagnacs leales a Carlos. Sin embargo, el asalto a la ciudad el 8 de septiembre fue un completo desastre y las tropas de Carlos VII se retiraron con más de mil bajas y Juana herida por una flecha en un muslo.
Durante los meses siguientes, Juana protagonizó algunos ataques a sitios fortificados y fue ennoblecida, junto con su familia, por el rey en reconocimiento a sus hazañas militares.
En mayo de 1430 dirigió a una pequeña tropa hacia la ciudad de Compiègne, que estaba siendo asediada por un ejército borgoñón. El 23 de mayo, su tropa cayó en una emboscada y Juana fue capturada. Posteriormente, los borgoñones la entregaron a los ingleses a cambio de una suma de dinero.
Juicio y ejecución de Juana de Arco
Juana de Arco fue ejecutada en la plaza del Mercado Viejo de Ruan.
Cuando los borgoñones entregaron a Juana de Arco a los ingleses, estos la llevaron prisionera al castillo de Ruan, donde tenían su sede de gobierno en Francia. Permaneció allí desde el 23 de diciembre de 1430 hasta el momento de su ejecución, el 30 de mayo de 1431.
Juana fue acusada de herejía y fue examinada por un tribunal eclesiástico presidido por el obispo de Beauvais, Pierre Cauchon, que pertenecía a la facción de los borgoñones, enemiga del rey Carlos VII. A pesar del carácter eclesiástico del juicio, Juana permaneció encerrada en una celda secular, en una de las torres del castillo de Ruan, donde tuvo que soportar frecuentes hostigamientos.
Durante el juicio, se la sometió a rigurosos interrogatorios en los que participaron casi ciento veinte acusadores y testigos. Se la acusaba de hechicería, de vestir ropas masculinas y de otros cargos que buscaban demostrar que, detrás de su aparente piedad católica, se escondía una hereje. Creyeran o no en todo aquello de lo que la acusaban, era evidente la conveniencia política de desentenderse de una figura que había otorgado una renovada inspiración a los franceses leales a Carlos VII.
El juicio tuvo lugar entre enero y mayo de 1431. Gran parte de lo que sabemos sobre la vida, las ideas religiosas y el trágico final de Juana de Arco proviene de las actas de este juicio. Si bien durante los interrogatorios mantuvo sus afirmaciones respecto a los mensajes que decía haber recibido de Dios para coronar a Carlos VII y expulsar a los ingleses de Francia, en una de las últimas sesiones se retractó y negó las apariciones del arcángel Miguel y las santas Catalina y Margarita. Sin embargo, pocos días después retiró su retractación con el argumento de que solo la había pronunciado por miedo al fuego y que las santas se habían comunicado con ella para amonestarla por faltar a la verdad.
Finalmente, Juana de Arco fue hallada culpable de más de setenta cargos, incluidos los de inventar falsas revelaciones y apariciones divinas, vestir como un hombre, incurrir en blasfemia y ser sospechosa de herejía. Por haber negado su retractación, se convirtió a ojos del tribunal en “reincidente”.
Fue sentenciada a morir en la hoguera. Entregada al brazo secular de los ingleses, la ejecución tuvo lugar en la plaza del Mercado Viejo de Ruan el 30 de mayo de 1431, cuando tenía 19 años de edad. Sus cenizas fueron arrojadas al río Sena. Veinte años después, la madre de Juana inició un proceso de revisión del juicio y logró que este fuera anulado por fallas de procedimiento. Era el año 1456, la Guerra de los Cien Años había terminado y los ingleses se habían retirado de Francia.
En adelante, la figura de Juana adquirió relevancia como un símbolo nacional francés, especialmente a partir del siglo XIX, y fue representada en obras literarias, teatrales, pictóricas y cinematográficas. En 1920 fue canonizada por el papa Benedicto XV.
Frases de Juana de Arco
“¡En el nombre de Dios! Avancemos con valentía”.
“No creo haber cometido pecado mortal. Si lo hubiera hecho, santa Catalina y santa Margarita me habrían abandonado de inmediato”.
“Los hombres combatirán y Dios concederá la victoria”.
“Prefiero morir antes que hacer algo que sé que es un pecado”.
“¡Ánimo! No retrocedan, en poco tiempo el lugar será de ustedes”.
“Nada temo porque Dios está conmigo”.
Fuente: https://humanidades.com/juana-de-arco/#ixzz7zHpHOlgc