PADRE PÁRAMO
A propósito del día del Padre, la reflexión literaria de Rosario Herrera Guido sobre el padre ausente
@Fonema / Redacción
“Si el tema de Malcolm Lowry es el de la expulsión del paraíso,
el de la novela de Juan Rulfo (Pedro Páramo) es el del regreso.
Por eso el héroe es un muerto: sólo después de morir
podemos volver al edén nativo.
Pero el personaje de Rulfo regresa a un jardín calcinado,
a un paisaje lunar, al verdadero infierno.
El tema del regreso se convierte en el de la condenación;
el viaje a la casa patriarcal de Pedro Páramo
es una nueva versión de la peregrinación del alma en pena.
El simbolismo —¿inconsciente?— del título:
Pedro, fundador, la piedra, el origen,
el padre, guardián y señor del paraíso, ha muerto;
Páramo es su antiguo jardín, un llano seco, sed y sequía,
cuchicheo de sombras y eterna incomunicación.
El Jardín del Señor: el Páramo de Pedro.
Juan Rulfo es el único novelista mexicano que nos ha dado una imagen
—no una descripción— de nuestro paisaje.
Como en el caso de Lawrence y Lowry,
no nos ha entregado un documento fotográfico o una pintura impresionista
sino que sus intuiciones y obsesiones personales
han encarnado en la piedra, el polvo, el pirú.
Su visión de este mundo es, en realidad, visión de otro mundo”.
Octavio Paz, Corriente alterna.
El 7 de enero de 1986, cuando contra viento y marea trataba de izar las velas de la revista independiente “La Nave de los locos” nº 10, circuló en todos los medios de comunicación que Juan Rulfo había muerto. De inmediato busqué, sin éxito, entre los intelectuales y escritores que conocía en Morelia y otros lares, una nota sobre la lamentable partida real, aunque sublime eternidad simbólica, del poeta de los mitos y los murmullos mexicanos. Pero, tras la fallida búsqueda, una mañana de duermevela, me escuché balbucear: “Padre Páramo”. Desde entonces no dejé de buscar textos que apoyaran tal revelación, así como de pensar en voz alta, pergeñar textos sobre un título que engarzaba dos enigmáticos significantes. Lo que entonces logré escribir para publicar en “La nave de los locos”, sólo fue una intuición, para no perder el generoso obsequio del alba.
Vuelvo a ensayar unas líneas en el marco del 5° Foro Internacional de Especialistas en Lenguas, Humanidades y Ciencias Sociales, de la UACH, que se desarrolló en 2017, y en el horizonte de las múltiples conmemoraciones por el Centenario del Alumbramiento, en los dos sentidos, dar a luz e iluminar, de Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, más conocido como Juan Rulfo (Sayula, Jalisco, mayo 16 de1917- Ciudad de México, 7 de enero de 1986), el escritor, guionista y fotógrafo mexicano, autor de tres originales y espléndidas obras “El llano en llamas” (1953), “Pedro Páramo” (1955) y “El gallo de oro” (1980). Obras por cuya originalidad y calidad literaria fueron traducidas a diversos idiomas y le valieron importantes laureles: el Premio Nacional de Letras (1970) y el Príncipe de Asturias de España (1983).
II
Padre Páramo es la gran metáfora del padre yermo, árido, desértico, ausente, lejano, que no sólo alude a la orfandad real de Rulfo, sino al desamparo y la soledad de nuestro pueblo originario y de la humanidad misma, develado por Octavio Paz desde su laberinto. Porque Pedro Páramo es un mito moderno, que permite simbolizar al patriarca que tiene que, por destino inconsciente ancestral con el padre, preñar a todas las hembras, en una fantasía que vive como realidad, porque la ley de la cultura le prohíbe aparearse con la madre.
Juan Rulfo está siendo recordado más allá de una fecha, por ser considerado uno de los fundadores del movimiento literario “realismo mágico”, que le merecería en vida o post mortem el Premio Nobel de Literatura, sólo por Pedro Páramo, el relato mítico, la tragedia, según Aristóteles, la versión más autorizada del mito, cual poema escrito en un tiempo verbal que llamamos “futuro perfecto”, “habrá sido”, un tiempo espiral, como el rizoma de Gilles Deleuze, donde en compañía de Freud y de Lacan, la repetición (Nächtraglikeit), domina el regreso de lo mismo, pero con diferencia, pergeñado en un futuro que regresa como pasado, en un decir poético y profético, que habla de lo que siempre está sucediendo, como un poema, donde se devela el palimpsesto del poder, que al tomar prestado un término pictórico, presenta en un instante el eterno retorno de lo similar, de la verosimilitud trágica, que al descarapelar una pintura devela otros escenarios y personajes, pero sobre un mismo tema, variaciones sobre un mismo tema, como en la música: la caída del nombre del padre, la violencia patriarcal, el espectáculo y la ruina del poder, con su esplendor y su irónica indigencia. Porque en la novela “Pedro Páramo”, sólo se vislumbra la historia: la vida rural después de la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera.