Origen de la sororidad entre mujeres

 Origen de la sororidad entre mujeres

El término sororidad proviene de la palabra inglesa “sisterhood”, utilizada en los años 70 por Kate Millet, referente del feminismo de la segunda ola y autora de Política sexual

@Fonema / Redacción

Años más tarde, la académica mexicana, Marcela Lagarde, utilizó la versión en español, sororidad, por primera vez desde una perspectiva feminista tras verlo en otros idiomas, “encontré este concepto y me apropié de él, lo ví en francés, ‘sororité’ y en inglés, ‘sisterhood'”, explica.

Lagarde la define como “una forma cómplice de actuar entre mujeres” y considera que es “una propuesta política” para que las mujeres se alíen, trabajen juntas y encabecen los movimientos. Como ella misma defiende, da igual cómo se diga, “lo importante es el desarrollo”.

Sin embargo, la significante sororidad fue usado mucho antes por Miguel de Unamuno en su novela Tía Tula (1921). Así 50 años antes de que adquiriera un significado feminista, Unamuno ya se extrañaba de que junto a “fraternal” y “fraternidad” (de frater, hermano) no existiera “sororal” y “sororidad”.

De este modo el escritor fue el primero que defendió esta palabra para cubrir una carencia léxica y poner nombre a “el amor de la hermana”.

La sororidad siempre ha sido algo intrínseco al feminismo y más ahora que hay un resurgimiento del movimiento de las mujeres, como explica la escritora Nuria Varela, esta lucha “nace como proyecto colectivo para todas las mujeres y va creciendo en red”.

Todas coinciden en que supone el apoyo y la alianza entre mujeres, por eso la directora del Centro de Estudios de Género de la UNED, Teresa San Segundo, la define como “solidaridad entre mujeres, una empatía y un acercamiento hacia otras mujeres” y para la escritora y defensora de los derechos de las mujeres Leslie Morgan es una “hermandad de mujeres que te ayudan”.

No es raro encontrarse mensajes de sororidad en las manifestaciones como la del 8M, dónde algunos de los mensajes más repetidos son: “la de al lado es compañera no competencia”, “si tocan a una, nos tocan a todas” o un clásico actualizado, “por mí y por todas mis compañeras”.

También fueron ejemplo de sororidad y justicia social las movilizaciones de 2018 contra la primera sentencia de La Manada para gritarle a la superviviente “no estás sola” o “hermana, yo sí te creo”, que provocaron que la sentencia fuese finalmente revisada por el Tribunal Supremo, que la recalificó como violación.

“Comportarse con sororidad es básicamente pensar que tienes elementos de opresión en común con las mujeres que tienes a tu alrededor”, así lo define la periodista y humorista Nerea Pérez de las Heras, para quien las mujeres son “naturalmente colaboradoras” y “naturalmente amigas”.

“Rebeldía” ante la competencia entre mujeres

Para la filósofa y política Clara Serra, es de este apoyo entre mujeres de dónde sale el mejor espíritu del feminismo, “el de la solidaridad como forma de lucha contra las desigualdades”. Por ello define sororidad como un “pacto entre mujeres” frente al “modelo de competición” que impone el patriarcado.

Según Serra, “los hombres con poder están más tranquilos cuando nos estamos peleando entre nosotras”, por ello cree que “la sororidad es fundamental entre las mujeres”.

Para Varela, el cuidarse entre mujeres siempre ha sido una forma de vida, “algo que hemos cuidado y alimentado mucho”, pero la novedad está en la sororidad como “rebeldía al patriarcado” y a su modelo de enfrentamiento entre mujeres.

“Este ambiente de competitividad entre mujeres es uno de los grandes engaños del patriarcado y es un enorme esfuerzo que ha hecho para dividirnos”, explica Nerea Perez, quien remarca que existe el “mito” de que las mujeres son “muy astutas, muy poco de fiar, competidoras y muy malas” entre ellas.

En este sentido también se ha manifestado Nice Nailantei, activista keniana contra la mutilación genital femenina, que se ha mostrado muy crítica con que las mujeres siempre hayan estado compitiendo entre sí: “Es hora de cambiar el ser competitivas y el no alegrarnos por las otras, por caminar juntas”.

“Necesitamos hablar unas con otras y empoderarnos unas a otras”, ha añadido Nailantei.

Poder de cambio

“La alianza entre mujeres lo cambia todo”.  Leslie Morgan lo tiene claro. Para ella la sororidad es clave porque las mujeres empiezan a trabajar con personas que entienden sus problemas. Supone una nueva forma de mirar a las mujeres que te rodean, desde el respeto, el cuidado mutuo y creando redes para cambiar las estructuras de poder.

Sólo así se consiguen representantes que, “de verdad, entienden lo importante que son los cuidados, la igualdad de salario o que tienes que salir del trabajo para ir a cuidar un hijo enfermo”, comenta.

Nailantei va un poco más allá y recuerda que sororidad también es ayudar a que otras mujeres asciendan. Por ello, anima a todas las que hayan conquistado una posición de poder a que “eleven” a sus compañeras en vez de quedarse “cómodamente en su posición”.

Por el poder de cambio que reside en la palabra, es útil explicarla y difundirla porque, como defiende Serra, que no se conozca “hace que se invisibilice su potencia”.

Papel clave en la violencia machista

Sororidad

Una de las pancartas desplegadas en la cacerolada celebrada en la Puerta del Sol con motivo de la huelga feminista del 8M. EFE/Juanjo Martín

Concretamente, en violencia machista el apoyo y la comprensión entre mujeres es muy importante, como dice Teresa San Segundo, “el tener una amiga o alguien cercano que escucha” es importantísimo para las mujeres que están sufriendo maltrato, porque “escuchar con atención ya es terapéutico”.

Es la única manera de que las mujeres se sientan comprendidas y se den cuenta de que “no son bichos raros”, que no se trata de casos aislados.

Como comenta San Segundo, para muchas de ellas, los espacios de mujeres suponen la primera vez que se han sentido “comprendidas”, “apoyadas” y donde “no se han sentido increpadas”.

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