Cuando el miedo no se quita con promesas
Miedo es una palabra que refieren de manera constante las mujeres que viven alguna forma de violencia, o las niñas que viven abuso sexual
@Nuria Gabriela Hernández Abarca
Miedo es un sentimiento al que muchas mujeres por presiones sociales y culturales aceptan en su día a día. Ese que les dijeron sus familias o la sociedad que era parte del entorno del ser mujer y al que debían de sobrellevar; ese al que las mujeres que viven violencia lo hacen su compañero del día a día.
La violencia contra las mujeres ha logrado ser visibilizada por diferentes instrumentos y mecanismo internacionales. Su existencia ha generado movimientos sociales, ha generado movimientos legislativos y políticos, pero lamentablemente sigue siendo una realidad latente, permanente, olvidada o invisibilizada.
Las mujeres que viven violencia todos los días y a todas horas, resultado de educaciones misóginas y estereotipos de género que fomentan la idea de inferioridad de ellas frente a ellos, requieren saber que comprendemos ese miedo y que no están solas, y esta última frase no como eslogan de campaña mediática o política, sino como una consigna de empatía real.
El 1° enero del año 2007 y después de tres años de discusiones legislativas, se expidió la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y en ese momento se elevaba al marco jurídico nacional la obligación de generar mecanismos, y políticas públicas que garantizaran el cumplimiento de dicha ley, así como se obligaba a los congresos locales a homologar su marco normativo ante dicho avance.
Catorce años han pasado desde ese gran avance legislativo, muchas legislaciones locales la replicaron, pero lo que hoy con mucha frustración comprobamos, es que, la legislación contra la violencia no transforma una realidad cuando va acompañada de muchos otros vacíos, como el compromiso de implementarla, recursos económicos para garantizar su prevención y su atención, compromisos judiciales para poder sancionarla, empatía social para no cerrar los ojos cuando la vemos y una gran conciencia social de que la violencia no “les toca” atenderla a solo algunas personas, o que ésta desaparecerá con la llegada de tal o cual persona al poder, nada de eso pasará.
La violencia y el miedo que viven las mujeres que la experimentan, hay que reconocerlo todas y todos, hay q prevenirlo todas y todos, hay que corresponsabilizarnos por su existencia todos y todas.
Millones de historias de mujeres y niñas que han vivido con miedo por años, millones de historias de que esos miedos se volvieron realidad, es lo que debe de ser el centro de atención todos los días, no solo los 25 de noviembre, es necesario reconocer y aceptar que esos miedos se nos van asomando todos los días en los periódicos; en las historias de las personas que conocemos y que dicen conocer a alguien que vive eso; de la hermana o la amiga que vemos desdibujarse un poco cada día atrás de una violencia psicológica silenciosa; o de la prima que justifica su excesivo maquillaje que borra más de un golpe; o de la hija que de repente dejo de comer o cubre su cuerpo con kilos de ropa para no molestar a alguien. Ese es el miedo que nos debe hacer pesar que algo seguimos haciendo mal.
Este miedo también se ve en números; de acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, (ENVIPE 2021), la percepción de inseguridad es mayor en las mujeres y que respecto a los hombres ésta se ha incrementado en los últimos años, alcanzando hasta siete puntos porcentuales en 2020 (81.7% en mujeres contra 74.7% en hombres).
Aunado a lo anterior, la ENVIPE indaga sobre la percepción de inseguridad en los espacios públicos y nos dice que el 69.5% de las mujeres se sienten inseguras en la vía pública, y el 73% de ellas se sienten inseguras en transporte público, y que decir del 42.6% que refieren tener miedo al ir al colegio.
Desgraciadamente este miedo no se vive solamente en el espacio público; en el hogar que se supone debiera ser un lugar seguro para las niñas y las mujeres, el 20% de las mujeres de 18 años o más reporta sentirse insegura, cuatro puntos porcentuales por encima de los hombres, situación que se exponencio durante la pandemia, hoy el INEGI nos dice que, en el año 2020, se observa que el delito de violencia familiar registró la segunda mayor frecuencia y muestra un aumento de 5.3% entre 2019 y 2020.
Ahora bien, de acuerdo con la ENVIPE 2021, 10.8% del total de delitos cometidos contra las mujeres es de tipo sexual, mientras que en el caso de los hombres estos delitos representan 0.8 por ciento, lo que representa 10 puntos porcentuales de diferencia entre cómo se vive el miedo desde un cuerpo de niña o mujer.
Ese miedo, el que te paraliza al caminar por una calle obscura de regreso del trabajo o por la cocina de tu casa, el que te silencia cuando lo ejerce tu padre o tu abuelo, el que te hace guardarle secretos a tus amigas o a tu madre por el miedo al que dirán, por que desde niñas nos enseñan que los trapos sucios se lavan en casa, el miedo que te hace justificar lo que te dijeron que es amor sigue matando a mas de 11 mujeres al día.
A partir de las estadísticas de mortalidad del INEGI estas señalan que es posible aproximarse a las víctimas mortales por violencia contra las mujeres, analizando las defunciones con presunción de homicidio en mujeres, y de esta forma señala que se muestra un crecimiento de 2015 a 2020, así como describe que en el caso de las mujeres el 23.2% de los homicidios ocurre en la vivienda, mientras que para los hombres representa el 10.6% de los casos, y que en cuanto a los medios utilizados en el homicidio, el arma de fuego es utilizada en más de la mitad de este tipo de defunciones, sin embargo, el uso de la fuerza a través del ahorcamiento, estrangulamiento y sofocación representa 15.3% de los casos en mujeres, mostrando una diferencia notoria con los hombres en donde este medio para llevar a cabo el homicidio representa 6.8% de los casos.
Cada una de esas cifras representa historias de vida de mujeres que enfrentaron muchos episodios de violencia que a veces ni si quiera la identificaron, a veces sabían que la vivían, pero también les dijeron que era algo con lo que las mujeres históricamente caminábamos, o tal vez la vivían, la contaron a alguien y ese alguien las juzgo.
De eso habla el miedo a la violencia de sentirla y vivirla en el cuerpo, pero no comprender por qué pasa; De sentirla a través de la duda y la culpa, pero no saber si alguien te creerá que requieres ayuda; De pensar que el amor existe y no entender por qué te duele en el cuerpo vivirlo.
Hoy te invito a que pienses que sentirías vivir con miedo a sentir o vivir violencia, que sentirías despertar todos los días sabiendo que hagas lo que hagas te dicen que eso es normal, aunque te duela en el cuerpo, que sentirías correr por las noches a tu casa en una calle en la cual a muchas como tú han desaparecido, o que sentirías saber que es mejor no hablar para que alguien mas no se moleste.
Eso es lo que experimentan todos los días las mujeres que viven violencia y esas son solo algunas de las estadísticas que lo comprueban.
El pensar que con discursos y normas se puede alejar a las mujeres de ese miedo y de esa realidad, es un error.
Se requieren mecanismos de protección inmediata que se alejen de la burocracia legislativa o normativa para garantizar la seguridad y la vida de las mujeres, se requiere empatía y compromiso social para no juzgar su realidad y se necesita urgentemente mucho, mucho compromiso político para realmente transformar esta realidad.