Aprendiendo a amantar

 Aprendiendo a amantar

No hay tutorial efectivo sino confiar en tus propios instintos

@Fonema / Redacción 

Las mujeres deberíamos preocuparnos menos de este maravilloso don que tenemos al dar de comer a nuestros bebés, en mi caso sí que fue una inquietud que tuve desde el embarazo; desde que mis pechos comenzaron a ponerse duros y regordetes me preguntaba si era capaz de amamantar a mi niño tan esperado.

¿A poco no? Te dicen un montón de cosas, que si no se te hace pezón; que si duele a morir; que los pechos te sangran; que te puede dar temperatura; que las chichis te van a quedar aguadas; que la lactancia efectiva solo aplica en los primeros seis meses; pero chicas, de verdad, aquí un consejo para las que van hacer mamás primerizas, cada persona vive diferente este momento y cada historia es diferente.

La verdad es que son muchas las presiones que vive una recién parida. En lo particular tuve que no hacer caso de esas voces que me decían que no llenaba a mi bebé; que era chillón porque tenía hambre; que tenía que darle biberón; que ya estaba muy grande para que siguiera con el pecho. No siempre los comentarios ayudan a las mamás lactantes.

Les cuento, en mi caso, el primer día tuve la fortuna de aprender con la pediatra, ella me enseñó a “pegármelo” y me dijo que mi niño era muy inteligente porque tenía buen agarre; yo no sé si era cierto; a lo mejor fue choro de la doctora para echarme porras; lo que sí es que funcionó porque no claudique en el intento.

El verdadero desastre comenzó cuando aquello tomó forma y presión; la leche salía a chisguetes de mi cuerpo, incluso hasta podían saltar dos chorros de un mismo pezón, con diferentes longitudes y destinos contrarios.  Ya nada más tomaba algo calientito o comía algo y empezaba esa sensación en los senos de que se estaban llenándose, y yo como siempre, pues trato de ser práctica, le metía el seno a mi bebé para no desperdiciar ni una gota.

El terror de la lactancia fue la sacadera de leche con el aparatejo arcaico que me compré, tardaba años en llenar un pomito y terminaba cansada de hacerlo, en serio, me dolían los dedos y las muñecas de estar apretando y aprenando; por eso opté de ir directamente a la guardería y llevarle su leche calientita y lista desde su rica chichi a mi pequeño Santi.

Lo mejor son los beneficios de la lactancia, esos sí los noté en mi cuerpo, bajé el peso que tenía que bajar por el embarazo, así me mantuve el año y medio que mi niño tomó leche de mamita; el ahorro es otra ventaja, crecen sanos y pocas veces vas a visitar al pediatra y ni hablar de los biberones, chupones y latas de leche de fórmula que no compras. ¡Haz cuentas! Es un ahorro y también práctico.

Lo malo fue que no pude expresarme tanto como hubiese querido porque hice caso a los comentarios, dejé de darle pecho a mi niño al año y medio por la presión familiar que sentí, en mi interior había esas ganas de continuar con la lactancia.

Los más afectados fueron mi bebé que pedía su lechita en la noche y mis chichis que se pusieron grandotas. Si claro eso siempre quería, unas chichotas de revista, pero no grandotas llenas de bolas y escurriendo de leche a todo momento, literalmente, dejando huella en mi ropa interior y blusas; ¡sin hablar de los bochornos que pase!

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