Primera entrega: El amor en la cultura, la cultura del amor

 Primera entrega: El amor en la cultura, la cultura del amor

Amar es dar lo que no se tiene a quien no es. Jacques Lacan

@Rosario Herrera Guido

  1. El cantar de los cantares

En hebreo, Sir ha-sirim o Cantar de los cantares es según la tradición el cántico del rey Salomón. Son cánticos que siguen siendo un ejemplo de las delicias del ala Biblia de más talla. Aunque la crítica judía ancestral y la Iglesia católica niegan su traza profana y afirman hasta nuestros días el carácter místico de las metáforas poéticas que tras el velo de la unión conyugal cantan las relaciones entre Iahvé y el pueblo de Israel.

El Cantar de los cantares cautivó al escritor y místico español fray Luis de León (1527-1591), el joven que ingresa en la orden de los agustinos (1541), se doctora en teología, imparte clases en Salamanca y es encarcelado por la Inquisición en 1572, por preferir la Biblia hebraica en lugar de la Vulgata, además de traducir al castellano el Cantar de los cantares, en un tiempo en que en España se vive una cacería de brujas y de grupos heréticos, y de que se radicalizan las rivalidades intelectuales entre los frailes dominicos y agustinos.

En la labor de traducción de fray Luis de León, centrada en el Cantar de los cantares, el libro de Job y algunos Salmos, se aprecia su alma poética y mística. El Cantar de los cantares es el primer libro de fray Luis de León (México, Porrúa, 1977), en el que comenta el libro atribuido al rey Salomón. Un libro que traduce al pie de la letra para después comentar versículo por versículo. El Cantar consta de ocho capítulos y está dedicado a Isabel Osorio, monja del convento Sacti Spíritus de Salamanca y prima del escritor. A pesar de que el escritor agustino sabe que el Concilio de Trento y la Inquisición han prohibido las traducciones de los libros sagrados, después de dárselo a leer a Isabel Osorio, guarda en secreto el manuscrito. Pero un sirviente del convento roba el texto, que se difunde sin el consentimiento del autor, y que sus enemigos usaron para acusarle ante la Inquisición.

Fray Luis de León, en sus comentarios del Cantar, respeta la letra, pero se extiende al cálido amor juvenil de los esposos, a sus arrebatos apasionados, cuya versión es un auténtico epitalamio (del griego epi: sobre, y thálamos: lecho nupcial; el siglo XV le designa como “poesía que celebra una boda”). En la Biblia, el Cantar le sigue al libro “Vanidad de vanidades”, porque todo es vanidad bajo el Sol. Pero cuando se está en el Sol, la vida se convierte en amor ¡en el Cantar de los cantares! Por ello, Fray Luis de León glosa más el amor humano que el divino: “aquí se ven pintados al vivo los amorosos fuegos de los divinos amantes, los encendidos deseos, los perpetuos cuidados, las recias congojas de que la ausencia y el temor en ellos causan, justamente con los celos y sospechas que entre ellos se mueven. A cuya causa la lección de este libro es dificultosa a todos y peligrosa a los mancebos y a todos los que aún no están muy adelantados y firmes en la virtud; porque en ninguna Escritura se explica la pasión del amor con más fuerza y sentido que en ésta”.

Tras obtener la cátedra de la Sagrada Escritura en 1580, fray Luis de León es elegido provincial de la orden de Castilla, muere en Madrigal de las Altas Torres, dejando un manantial de luz a los deseosos y estudiosos de la experiencia poética y mística, para que beban sin saciarse como San Juan de la Cruz, que siguió su hontanar y venero más rico. 

Otras noticias