Igualdad deportiva en los Juegos Olímpicos París 2024
Pasaron 100 para lograr el equilibro en representación femenina
@Dulce Mar
Los Juegos Olímpicos París 2024 pasarán a la historia por ser los primeros en donde competirán 10 mil 500 deportistas y los géneros estarán perfectamente representados, con 5 mil 250 hombres y 5 mil 250 mujeres, lo que representa el resultado de una lucha que se extendió por más de 100 años para lograr la igualdad deportiva que fue encabezada por Alice Milliat, una remera que desafió la masculinidad de Pierre de Coubertin, fundador y líder de las Olimpiadas modernas.
Nacida en Nantes, el 5 de mayo de 1884, Alice Josephine Marie Million se fue a vivir a Londres con su marido, Joseph Milliat, empleado de comercio, de quien tomaría el apellido. En la capital británica asistió a los Juegos Olímpicos de 1908, lo que le ayudó a descubrir su pasión deportiva: practicaba remo, natación y hockey. También se dejó seducir por el atletismo y el fútbol. Y comprobó de primera mano que las mujeres estaban muchos peldaños por debajo de los hombres.
Tras la muerte de su marido, regresó a Francia. Nunca dejó de practicar deporte, pero pronto supo que sus esfuerzos de centrarían en los despachos, más que en las aguas donde remaba, aunque sus méritos deportivos no fueron escasos. Fue la primera mujer en completar en menos de doce horas el reto Audax, 80 kilómetros de remo en las aguas del Sena, precisamente en el sitio donde este viernes 26 de julio se inauguraron los primeros juegos de la igualdad competitiva entre hombres y mujeres.
Tras la Primera Guerra Mundial, Alice Milliat entró a formar parte de la Federación Francesa Femenina (FSFSF en sus siglas en francés), que acabaría presidiendo en 1919 y donde comenzaría la lucha para que el Comité Olímpico Internacional permitiera que las mujeres pudieran competir en los Juegos de 1920 y 1924, pero su petición fue rechazada.
Pierre de Coubertin siempre quiso a las mujeres lejos de la competición olímpica. “Es la imagen más antiestética que los ojos humanos puedan contemplar”, decía del deporte femenino, y entre los dirigentes deportivos de la época estaba consolidada la idea de que el deporte masculinizaba a las mujeres y que podría incluso impedirles tener descendencia. “La única misión de la mujer en el deporte es coronar a los campeones con guirnaldas”, decía Coubertin.
Ante el rechazo, en marzo de 1921 organizó el primer evento deportivo exclusivamente femenino en Montecarlo, con deportistas de Francia, Gran Bretaña, Italia, Noruega y Suecia, que resultó un éxito y permitió el nacimiento de la Federación Deportiva Femenina Internacional (FSFI), presidida por la propia Milliat.
Un año después, en un caluroso día de agosto de 1922, casi 20 mil personas acudieron al estadio Pershing, en París, para ver que los 77 participantes eran mujeres. “Por este acto, declaro inauguradas las Primeras Olimpiadas Femeniles”, fueron las palabras de Alice Milliat ante el mundo de los Juegos Olímpicos dominado por hombres, que ocupado en la preparación de los Juegos de París de 1924, ignoró el acontecimiento de 1922, salvo para quejarse del uso no autorizado de la palabra “Olimpiadas”, pero que finalmente fue la llave para que se tomara en cuenta a las mujeres en los siguientes Juegos Olímpicos.
Los Juegos de París de 1924 contaron con un grupo de atletas femeninas, 135 mujeres entre 3 mil 89 varones, pero su participación se limitó a unas cuantas pruebas, como la natación y el tenis. No hubo participación femenina en la mayoría de los deportes, incluidos el atletismo, el fútbol, el remo, el ciclismo e incluso la gimnasia.
Ante tal circunstancia, en 1926, en Gotemburgo, Suecia, Alice Milliat volvió a organizar las “Olimpiadas Femeniles”, ya que la palabra Olimpiada seguía siendo punta en la lucha por la igualdad y Milliat acordó dejar de usarla si los Juegos Olímpicos permitían a las mujeres competir en atletismo. Se llegó a un acuerdo y en 1928, en Ámsterdam, se contó por primera vez con atletismo femenino. Se pidieron diez pruebas, pero se les concedieron cinco: 100 y 800 metros planos, relevos 4×100, salto de altura y lanzamiento de disco. Los hombres competían en 22 pruebas, además, Milliat fue seleccionada como juez, el único rostro femenino en un mar de hombres.
La presencia femenina por primera vez en el atletismo olímpico no estuvo exenta de polémica. En la carrera de 800 metros, la distancia más larga que se permitía correr a las mujeres, las tres primeras clasificadas batieron el récord mundial, pero otras se tiraron al suelo tras la línea de meta. Los cronista deportivos escribieron que la escena “era inquietante” y que el esfuerzo “era demasiado para una mujer”. Que los hombres hicieran lo mismo no era ningún escándalo, pero sí en el caso de las mujeres. Los Juegos Olímpicos no volvieron a celebrar una carrera de 800 metros para mujeres sino hasta 1960.
A pesar de las críticas, Alice Milliat volvió a organizar la competencia exclusiva para mujeres en 1930 en Praga y en 1934 en Londres, donde hubo más de 300 participantes, y a los que se denominaron oficialmente Juegos Mundiales Femeninos, aunque algunos medios de comunicación, incluido The New York Times -de donde se obtuvieron datos para esta información-, al menos una vez, en 1930, se refirieron a ellos como Juegos Olímpicos Femeninos.
Pero la ola del feminismo se frenó en la recta final de la década de 1930, en medio de una depresión mundial y la preparación de la Segunda Guerra Mundial, que canceló los Juegos Olímpicos en 1940 y 1944.
Concluido el conflicto bélico y con la reanudación de los Juegos Olímpicos, el crecimiento del deporte femenino se orientó hacia actividades consideradas más femeninas, como la gimnasia y el patinaje sobre hielo, por lo que alcanzar algo similar a la paridad se tomó su tiempo. En 1960, en los Juegos Olímpicos de Roma, apenas una de cada diez atletas era mujer. En los Juegos de Los Ángeles, en 1984, no llegaba a una de cada cuatro. En Pekín, en 2008, las mujeres apenas superaban el 40 por ciento y en las ediciones posteriores siguió el crecimiento; en Tokio 2020, la presencia de mujeres llegó al 48 por ciento. Pero en París 2024 ya llegó al 50 por ciento. Misma cantidad de hombres y mujeres en una justa olímpica.
Milliat no pudo ver su lucha concluida, se retiró de su cargo y la Federación Internacional Femenil del Deporte desapareció. Murió el 17 de mayo de 1957 en Paris en el anonimato. Ni siquiera sus vecinos, según descubrió más tarde una investigadora, conocían su importancia en el deporte.
Cien años después de los primeros Juegos Olímpicos en París, por fin se reconoce a Milliat como la pionera. En Francia se publican biografías. Se ha proyectado un nuevo documental en cines y televisión. El Museo Nacional del Deporte en Niza le dedica una exposición temporal a Milliat. Una plaza en el exterior de un nuevo estadio olímpico lleva su nombre, aunque los planes para que tuviera su nombre se truncaron cuando los derechos de denominación se vendieron a Adidas.