Ana Lilia Camacho Mendoza, una mujer grande en todo los sentidos
Homenaje a una amiga y maestra, a una semana de su partida
@Karla Ayala
Cómo conocí a la contadora Ana Lilia Camacho Mendoza. Esas cosas que pasan en la vida y que por mandato divino te toca vivir, ni siquiera sabía que era mi vecina, la había visto; ella era de esas personas que por su físico no olvidas.
Ana Lilia estaba alta; su cabello entre cano y largo era su sello; pero la cara amigable y tierna te daba la confianza, nunca se pintaba; no hacía falta, su belleza interior brillaba más que su físico. Franca como una niña, no se callaba nada, pero sabía respetar el libre albedrío de cada persona; una mujer que sabía hacer amistades verdaderas.
Recientemente murió, claro que la quería, me ayudaba mucho. Nunca pasé que pronto se iría como tampoco sabía del cambio bueno que hacía en vida, con gotitas de cariño, atención y mimos fue transformandome desde el hueso.
Antes de Anita como le decía, siempre estuve en la búsqueda de Dios; quería escucharlo y saber de esa misión que tanto se habla; incursioné en muchas disciplinas, que por momentos me daban paz, pero ninguna y verdadera como la que Ana Lilia me enseñó con su padre Miguelito, decía.
Con Ana conocí la sororidad, justo en un momento vulnerable de mi vida, cuando estaba embaraza, sentí la protección de otra mujer, de tener una red de apoyo; una amiga verdadera; y también me regaló dos hermanas, una fue compañera de gestación y la otra del corazón. Ahora que no está Ana estamos más cercana que nada y poco a poco nos damos cuenta del trabajo que hizo con nosotras, en nuestras vidas y en los corazones.
Ella me llevó con el Padre Miguel en la parroquia de La Cruz, primero para invitarme a una misa de embarazadas, después porque le pedí que me ayudara a gestionar el bautizo de mi niño, pero esa fue la puerta para iniciar mi transformación espiritual.
Dejó de ser mi vecina a convertirse mi amiga. Ahora me doy cuenta que fue una maestra de vida que dejó grandes enseñanzas, las cuales no noté que estaba aprendiendo, fuí una semilla que a diario regó con atenciones y detalles para mí y mi hijo.
Ana Lilia no tuvo hijos, era señorita, pero no fue necesario que tuviera porque fue madre de muchas personas, y es que esa gran mujer tenía un toque especial con los jóvenes, lograba obtener rápidamente de ellos su confianza y cariño. Con una característica especial con cada uno, tenía su propia forma de ser y sus únicos momentos que ahora son nuestros grandes tesoros con ella.
Como vecina fue servicial, una líder nata, organizaba faenas y levantaba bardas; no le importaba que le hicieran caras, siempre que tenía una misión de servicio a la comunidad hacía imposible para lograrlo; no sola, ella lograba involucrar a más personas porque de antemano sabía que la unión hace la fuerza.
Estoy convencida de que estas en el cielo, mi hijo dice que te salieron alas, unas muy grandes porque vuelas alto. ¡Feliz estas con Dios!, con una sonrisa te imagino, con tu vestido blanco porque es primavera y tu cabello suelto como acabada de bañar.
Ana Lilia Camacho en la Tierra hiciste tu trabajo y eres recompensada con las muchas personas que lamentan tu pérdida. Te quiero mucho y siempre te voy a recordar. A mi maestra querida esta nota.