Nadie es profeta en su tierra
4° Domingo del Tiempo Ordinario
Evangelio
Según San Lucas (4, 21-28), en aquel tiempo, después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: ¿No es éste el hijo de José?”.
Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’ y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído como has hecho en Cafarnaúm”.
Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas de los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y huno un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fie enviado Elías, sino una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria”.
Al ori esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña sobre la que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por medio de ellos, se alejó de allí.