Diario de una mamá milennial

El inicio

Para mi Marianne, nuestra…

Hoy cumplí un año de enterarme que estaba embarazada, el retraso llegó y como soy de desesperada no pude más que aguantarme un día para hacerme la prueba. Y ahí estaba: dos lineas rosadas. No pude sentirme más devastada.

Las tres perdidas gestacionales anteriores me habían dejado molida, ya no quería sufrir más. Había decidido no hacer nada más para embarazarme, no más tratamientos, ni más hormonas, el único problema es que no sabía cómo comunicárselo a tu papá. Sé que aunque no la compartiera, o  si, él respetaría la decisión, pero me acobardaba enfrentarlo.

En fin, ahí estaba yo en el baño de la casa con una prueba positiva sintiéndome fatal. ¡Ay no! Otra vez a sufrir la pérdida, a esperar el sangrado y nuevamente ese concierto nefasto del aborto y me enojé con la vida. Si ya había decidido que no tendría hijas o hijos por qué me está pasando esto, pregunté.

Le enseñé la prueba a tu papá y lo primero que hizo fue sorprenderse poquito y poner una sonrisa. Ya ves, te dije, musitó. Nunca supe que me había dicho, pero él estaba feliz.

-Ni te emociones tanto, ya ves lo que siempre pasa, recite triste.

Los primeros días la pase fatal porque solo estaba pensando en no sangrar, así que cada que iba al baño pues esperaba ver la mancha, el inicio del proceso del mal, pero no, nada, ni una molestia, ni un cólico, ni una gotita de sangre.

Me hice una prueba de sangre y efectivamente estaba embarazada, pero un nivel de hormona bajísimo, como si apenas comenzara el embarazo, efectivamente así era.

Y pues ahí me tienes mentalizándome, luchando a cada comento con los pensamientos nefastos, pensando en la esperanza y me repetía: y si sí. Por eso hice la cita con la ginecóloga a la semana, un día antes me volví a hacer una prueba de sangre; mandaban los resultados por correo a las pocas horas y pues ese día no llegaron. Al día siguiente era la cita y yo sin resultados, voy a la sucursal y me dicen: No hay sistema. Tuve que llamar a la matriz. Se los mando, indicó la solícita empleada, no me cuelgue hasta que los haya recibido. Un timbrido y ahí estaba. Lo abrí, el resultado me dejó boquiabierta, de 37 había subido a mil, en ¡dos días!

A la consulta llegue súper nerviosa, así lo indicaron mis niveles y el peso, estaba reteniendo líquido, había subido tres kilos en tres días. La doctora se alarmó con estos datos y comenzó la revisión. ¡Uf! Ahí estabas, en la pantalla apenas una bolita con un circulito minúsculo, pero de que había, había algo. Salí con la esperanza al mil. Pero tenía que esperar…

Continuará…

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