Que desastre fue salir del hospital, después de una cesárea forzada

 Que desastre fue salir del hospital, después de una cesárea forzada

No como “macha mexicana”, pero si bien entrona

@Karla Ayala

Desde el día uno de que supe que estaba embarazada quería parir como “las meras mexicanas” 🙂 Ja ja, me refiero a sentir todo, incluso estaba mentalizada en no necesitar raquea para no perderme de nada.

¿Pero que fue lo qué paso? Pues resulta que el doctor que me atendió me dijo que era necesaria la cesárea por mi edad, tenía 37 años y hasta en el IMSS me pusieron “añosa”, :0 y por lo tanto, embarazo de riesgo. NO SE PUDO.

Aunque tuve un embarazo genial, nunca me dieron mareos, ascos, dolores de cabeza, ni de pies, todo perfecto hasta el último día que estuve embarazada, y pese a que en mi interior cabía la posibilidad de tener a mi niño de forma natural, no hubo manera de hacer la maniobra con el médico. Él quería controlar sus tiempos.

El doctor me dio a escoger dos días, y sí, así, yo elegí nuevamente el nacimiento de mi hijo; primero que sí naciera y ahora con la fecha. En realidad, elegí el 6 porque se parece al 9 que se cumplían los 9 meses de gestación; en el mes 9 y en el año 19. ¿Me entendieron? Jajajaja. Yo bien hippie. 

Bueno chicas, todas las que han sido operadas, de cualquier cosa, ya sea por tener un hijo; el apéndice; hernias; etc., etc., saben el dolor que se siente cada bache, cada kilométrico recorrido del hospital a casa; de contar los minutos con cada dolor, con cada brinco que dio el carro y yo con mi niño en brazos. DE LAS MÁS DESASTROSAS EXPERIENCIAS.

¿Y porque a los señores le gustan tanto los carros tan pegados al suelo? No lo sé, en mi caso lo padecí, el papá de mi chiquitín me llevó en uno de ellos y cuando intenté bajarme, después que por fin llegué a casa, peor que una señora de la tercera edad, con grúa tuvieron que bajarme porque justo tenía que hacer el esfuerzo desde la barriga y sentía que me rompia.

Y llego al final de este relato desastroso y también el más amoroso porque fue cuando llegue a casa con mi hijo en brazos, así toda mallugada; cortada en dos; hinchada; con entuertos; los pechos llenos y un miedo de lo que se venía, pero, a la vez siendo la más feliz del universo.

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