Detrás del feminicidio. Los efectos del brutal asesinato

 Detrás del feminicidio. Los efectos del brutal asesinato

El duelo, los hijos, las víctimas indirectas, la falta de recursos, las emociones revueltas…

@Karla Ayala

Conozco a Gaby Ayala por el feminicidio de su hija, la chica Mil Amoles, quien fue asesinada por su pareja en el lugar donde ella trabajaba. Con apenas 27 años de edad, Gaby Pérez Ayala dejó una niña de 7 años porque su pareja sentimental le quitó la vida, todo por los muchos celos que tenía, su forma violenta de ser y su ira desenfrenada que volcó hacía su esposa; primero con violencia familiar y después con el puñal que utilizó para matarla.

¿Pero qué hay después del feminicidio?

Gaby Ayala, la madre de la chica Mil Amoles, siempre ha estado dispuesta en colaborar con la prensa. Ella sabe que, con información, las mujeres pueden abrir los ojos y detectar los signos de peligro, aunque sea tu pareja; el padre de tus hijos; o un familiar cercano, siempre en alerta y ponernos primero, ante todo.

Durante el proceso judicial de su yerno, el cual duró dos años, sobrellevó su dolor con servicio; con ayudar a los familiares de otras víctimas de feminicidio y en las actividades de feministas, donde ha encontrado acompañamiento. Luego de la sentencia, donde se dictó 40 años de prisión al feminicida; para Gaby y su familia fue comenzó una nueva etapa de reconstrucción.

La familia Pérez Ayala tiene muchas carencias económicas, que, como muchas personas en Morelia, durante en la pandemia se agravaron. En su seno acogieron a su nieta, ahora de 11 años, que, junto con un hijo enfermo; una adolescente que estudia la secundaria; otro más que por la condición de su familia está pensando en trabajar y dejar la escuela, es por eso que, el dinero que entra a la casa es insuficiente por los muchos problemas que enfrentan y los precios de la comida que no paran de subir.

Estigmas del alma que deja el feminicidio

Toda la familia quedó marcada. No solo fue la pérdida de su amada hija, está también la violencia que sufrió; la forma de cómo murió y el trabajo de perdón que cada uno tiene que realizar para seguir adelante; de poder confiar en las personas y de que todo mejorará más adelante, aunque en estos cuatro años no lo parezca.

Si bien, las niñas más chicas y Gaby han retomado sus terapias psicológicas, esas que pueden acceder por medio de las instituciones gubernamentales dedicadas a la atención de las mujeres, porque las terapias privadas están alejadas de su presupuesto, solo tienen que conformarse con 15, a lo mucho 20 minutos de atención cada semana, y es que hay una lista de espera de mujeres con efectos de la violencia crece, por lo cual no se puede hablar de un tratamiento completo, dado el daño que representa el feminicidio.

Cada 9 de julio que pasa es un pesar

El 09 de julio del 2019 fue el feminicidio. Cada año se siente más la ausencia; se revive el dolor de perder a la hija; a la madre; se piensa lo mucho que le hace falta a su hija, ahora una adolescente; crece la esperanza de que el duelo pase y la situación mejore, pero nada aminora y todo cambia.

La realidad es que Gaby, la chica Mil Amoles ya no regresará, queda en el corazón de sus familiares, en su hija que la extraña mucho. Así son los efectos, que como en la guerra, así como cuando los soldados regresan a casa, en este caso, cuando se supone que tiene que regresar la normalidad, salen a flote los miedos; los trastornos, las secuelas psicológicas y los traumas que se niegan a desaparecer.

Este es el otro lado del feminicidio, la historia de mi querida Gaby Ayala, mi amiga porque conmigo es muy maternal y se ha ganado mi reconocimiento y estima. Este es el lado de las víctimas que quedan del feminicidio y que, como las demás víctimas en Michoacán, son olvidadas.

Es también, Gaby, la madre, un ejemplo de vida, una guerrera que, por más de mil batallas vencidas, ella sigue de pie por sus hijos, por su nieta que hoy ve en ella a su hija; por las mujeres que han vivido algún tipo de violencia y por lo que le hace falta vivir.

 

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