Sanando a mi niña interior
Todos los adultos tenemos asignaturas pendientes de la infancia que una y otra vez sacamos en nuestro presente, acaba con tus traumas
@Fonema / Redacción
La metáfora del niño interno representa a la niña que fuimos antes de convertirnos en el adulto que somos hoy en día. Por lo tanto, se puede definir el niño interior cómo el conjunto de actitudes, sentimientos, valores y recursos de cuando éramos pequeños.
El niño interno simboliza todo el potencial que llevamos dentro, nuestra esencia más pura de ser, la manifestación de amor en la vida. En el proceso de socialización, el niño aprende a reprimir emociones, y adaptarse al medio integrando creencias que limitan su máxima expresión del sí mismo.
Por lo tanto, cuando se hace referencia a nuestro niño interno se está señalando el aspecto infantil que recae dentro de nuestra mente inconsciente. Tanto es así que cuando se hace referencia a sanar el niño interior se está curando una parte de nuestra personalidad que toma el control cuando se enfrenta a un desafío o sale de su zona de confort.
¿Cómo surgió el concepto de niño interior?
El niño interior en psicología es un concepto que se atribuye al psicólogo Carl Jung. Este especialista desarrolló el denominado arquetipo del niño como una forma de ayudarnos a conectarnos al pasado, intentando hacer que los pacientes se reconectaran con las experiencias y las emociones de cuando eran niños. A partir de este concepto que desarrolló Jung, muchos psicólogos cogieron la idea del niño interior para utilizarla en conjunto con técnicas del psicoanálisis.
¿Por qué es importante cuidar a nuestro niño interno?
El niño real que todos fuimos alguna vez, desde sus limitaciones e incapacidad de resolver las experiencias que le causan malestar o que no entiende, se ve obligado a adquirir roles que no le pertenecen para adaptarse al medio como mejor solución posible en ese momento.
En consecuencia, el niño puede representar roles quedando encarcelado el yo infantil auténtico y con el tiempo pudiendo incluso abandonarlo y rechazado. La intención positiva de recluir al niño interno la vemos como la forma que tiene el yo adulto de protegerlo de esa herida emocional que tuvo en su niñez. Por lo tanto, el niño interior en la psicología se puede dañar a causa de las siguientes actitudes en nuestra infancia.
Carencias emocionales: El rol adquirido en su día como protección y adaptación a una carencia emocional, se convierte con el tiempo en una conducta inconsciente no adaptativa que se manifiesta en la etapa adulta.
Por ejemplo, el niño que ha aprendido en el pasado a recibir amor desde el rol del niño bueno, puede adquirir la creencia de “Tengo que ser bueno y contentar a todo el mundo para ser digno de amor” y tener conductas repetitivas como la de no poner límites en su entorno por miedo a que le abandonen o no le den ese amor. Una manera de tener una idea del tipo de relación que tenemos con nuestro niño interno es observando cómo nos relacionamos con otros niños, hijos, primos…
Rechazo de una parte de nosotros: El camino hacia nuestro niño interior empieza precisamente identificando conductas, sentimientos, emociones, síntomas, reacciones, que repetimos de manera sistemática y que rechazamos de nosotros mismos. Es a partir de esa mirada a la parte de nosotros que no nos gusta o no queremos ver donde se iniciara una comunicación entre el yo adulto y el yo niño herido hacia un proceso de transformación, crecimiento e integración.
Desconexión de una parte de nuestro pasado: La conexión con esta parte de nosotros, puede ayudarnos también a darnos cuenta de quienes fuimos, ya que cuenta con los registros de las experiencias pasadas tanto placenteras como dolorosas haciendo que podamos crecer desde lo que somos y no desde nuestra careta o rol adquiridas como protección.
Saber cómo esta nuestro niño interior nos servirá para sanar heridas del pasado desde una mirada de amor, aceptación y reconocimiento hacia nosotros mismos. Esto facilitara una integración mayor de partes de nosotros haciendo que crezcamos en nuestra potencialidad y recursos como personas para disfrutar más de nuestra vida.
En realidad, la mayoría de los llamados adultos no somos realmente adultos. Es un hecho que los años pasan para todos a nivel cronológico, pero, psicológicamente hablando, esto no implica que nos convirtamos en adultos. La verdadera adultez trata de reconocer, aceptar y asumir la responsabilidad de querer y cuidar del propio niño interior.