Dolor y hostigamiento es el pago que reciben las familias de policías asesinados en Michoacán
En México ser policía suele tener un prejuicio negativo,pero también es un trabajo que implica múltiples y graves riesgos,como sufrimiento para sus familias
@Francisco Torres
Las lágrimas de Anna surcan sus mejillas mientras con voz entrecortada narra parte de su vida; enviudó de la noche a la mañana, con tres hijos pequeños a los que les repartía cariño y atenciones mientras su esposo Adrián salía todos los días a trabajar como policía al Servicio del Gobierno de Michoacán, hasta que un día no regresó, murió con el uniforme puesto.
Más de un lustro de luto y sacrificio, Anna tuvo que abandonar la atención de sus niños para buscar trabajo porque el único sustento de la familia perdió la vida ofreciendo su servicio, sus niños preguntan todos los días por su papá, y cuando los mayores asimilan qué es lo que le pasó, una idea siempre ronda en su mente, cuando sean grandes también serán policías.
¿Qué significa ser familia de un policía? Más allá del uniforme y del estigma social, para un policía su familia es el núcleo, la razón de ser, los hijos y la esposa para los que día a día arriesga el pellejo, y tal vez, el eslabón más débil para un elemento de seguridad.
Pero nadie se cuestiona qué hay más allá de un policía, qué pasa con sus familias cuando un policía es objeto de la delincuencia, cuando una bala le arrebata la vida o cuando muere en cumplimiento de su deber.
Oficialmente se le rinden honres y se ofrecen palabras de consuelo a sus hijos y esposa; pero a partir de ese momento la familia para la que el elemento de seguridad ofrendaba su servicio comienza a decaer, y en un estado como Michoacán no se ha sabido garantizar la Ley General de Víctimas del Delito para los mismos policías que son un eslabón crucial en el sistema de justicia.
“Desde el día en que falleció todo es muy difícil, porque fue una muerte inesperada. Mi esposo salió con la esperanza de regresar pero nunca volvió. A mis hijos no sabía cómo explicarles lo que estaba pasando”.
Apenas pasó el luto comenzaron los días de pesadumbre, desde ese momento no sabía con quién dejar a mis niños, aún ahora cuando no tienen clases es muy angustiante. Tengo que salir a trabajar y debo pagarle a una persona para que me ayude, los sueldos que nos dan en la misma Secretaría de Seguridad Pública ni siquiera respetan los beneficios que tenían nuestros esposos”, exhibe Anna en una entrevista anónima para proteger su identidad debido a las represalias de las que continuamente son víctimas.
Las viudas, como se les ha catalogado, viven hostigadas y amenazadas, si alguien respinga se le cambia de horario o de área, lo que para ellas significa un conflicto en cadena con sus hijos, porque tienen que cambiar turnos escolares o alterar su rutina para que ellos regresen o acudan solos a la escuela.
Junto a Anna otras viudas comparten una experiencia similar; tras la muerte de sus maridos se les ofrecieron trabajos en la institución, haciendo labores de oficina o de otra índole, pero sin las prestaciones o apoyos que tenían sus esposos, no reciben incentivos adicionales federales que se les otorga a los policías, o en algunos casos llegan los cheques por ser apoyos federales, pero ellas sólo cobran la mitad.
“Antes de esta tragedia los niños estaban acostumbrados a que yo estaba siempre con ellos. Con la muerte de mi esposo hay un cambio de vida, tuve que dejarlos solos y no se acostumbran a que otras personas los cuide”, explica.
La rutina de ellas es casi similar, con particulares propias de su contexto de vida, para unas es más complicado y para otras más difícil.
Anna despierta todos los días a las 5:30 de la mañana a preparar el desayuno y lonche para sus niños y ella; a las 6:30 los levanta a sus pequeños para que desayunen algo, salen a las 7:00 de la mañana de su casa, el mayor llegan antes a su escuela para poder dejarlo solo mientras llega la hora de entrada y poder dejar al más pequeño a tiempo. Entra a su trabajo desde las 8:30 hasta las 15:00 horas. De allí regresa a recoger al más pequeño, después por los otros que ya la esperan afuera de sus escuelas, regresan a casa entre las 4 y 5 de la tarde.
Ella prepara la comida y después de esto se pone a hacer tareas con sus hijos y atender otras labores del hogar. Después del ajetreo preparan su aseo personal mientras ella prepara lo necesario para tener las cosas listas al siguiente día.
“La rutina es siempre la misma en los últimos 5 años, y cada cambio en mi trabajo viene a significar un gran sacrificio; tuve que buscar una guardería para el más pequeño, pero el sueldo que recibo no es suficiente para los gastos. Las mensualidades para los niños son altas y debo pagarlas porque es la única forma de cuidarlos el tiempo que yo necesito estar fuera, si buscara a una persona para que los recoja sería más gasto y no es posible tener ese servicio”, expresa Anna.
Cuando falleció su esposo les prometieron becas para sus hijos, una casa, indemnización y una infinidad de apoyos. De todo eso sólo le ofrecieron un empleo y una indemnización temporal, todo lo demás aun es una promesa.
La añoranza más grande es la posibilidad de contar con una vivienda, a muchas de las viudas les hicieron estudios socioeconómicos y otras encuestas, pero al parecer sólo fue para que saborearan el plato, nunca se ha materializado esa promesa.
“Nos dejaron sin nada, y ahora nos dicen que la administración ha cambiado y la que nos prometió la ayuda fue otra, sumado a que son muchos elementos de seguridad los que han fallecido y no se les puede dar ese a poyo a todas las familias”.
Nos prometieron despensas, becas Benito Juárez para los niños, rehabilitación, atención psicológica y otros apoyos, al principio llegaban algunos, pero muy lento, después fueron dispersando las fechas de entrega hasta que nos dejaron sin nada, ni siquiera recibimos más de 5 sesiones de atención psicológica, yo tuve que pagar este servicio para atender a mis hijos.
La historia se repite en varias de las esposas de los policías caídos, todas tienen que lidiar con sus jefes en el trabajo, incluso después de toda la tragedia no tienen certeza laboral, en cualquier momento pueden ser despedidas, tienen bases operativas que no pueden ser sindicalizadas.
Un grupo de ellas, que comparten la misma situación, se han acercado a las autoridades para pedir una plaza fija y tener certeza de la misma con la esperanza de que un día puedan heredársela a alguno de sus hijos, porque si ellas fallecen en esta situación, sus hijos no tienen ninguna garantía de que puedan heredar un trabajo o algún tipo de apoyo.
Aunque existe el miedo, alrededor de 125 esposas de policías que actualmente laboran en la SSP se han organizado para exigir atención, respeto a sus derechos laborales, una atención más digna, mejor salario o al menos nivelación de sueldos y compensaciones al nivel de sus esposos fallecidos; en lugar de eso han encontrado hostigamiento, amenazas para callarlas, advertencias para que dejen de solicitar el bono que recibían sus esposos cada mes.
Se trata del bono TRACTOR, que viene etiquetado desde la Federación, pero las viudas de los policías caídos, las que lo reciben, sólo ven la mitad del apoyo, el resto se queda en el camino, bajo la amenaza de que pueden perder el trabajo por intentar recuperar ese beneficio.
“He visto compañeras que no pueden caminar por alguna situación de salud, pero tiene que seguir trabajando porque es el único ingreso que tienen, es hasta inhumano verlas así, parece que en nuestra institución no hay escrúpulos”.
Las atenciones psicológicas les fueron retiradas porque este servicio lo ofrecen profesionistas al servicio de la SSP, y al ofrecer un empleo se suspenden esa asistencia porque en automático pasan a ser compañeras de trabajo con su médico tratante.
La Comisión Ejecutiva Estatal de Atención a Víctimas (CEEAV) también las evade, a pesar de que hay casos donde las viudas de los policías han ganado amparos hasta en dos ocasiones, la CEEAV no se quiere hacer responsable para otorgar una compensación por el daño causado.
Los niños más pequeños que sólo sabrán de su papá por las fotografías del pasado. A pesar de tanto dolor, los hijos de los policías tienen la añoranza de ser policías un día, a pesar del dolor que padecen sus madres, y a pesar de que los policías sólo son un número para el Gobierno.
“¿Injusticia? Sí. Desde el momento en que llegas a una institución y te clasifican, el grupo de las viudas, pero yo no pedí que mi esposo muriera”, expresa Anna en una mezcla de coraje, indignación y dolor.
(Los nombres originales de esta entrevista se reservan por razones de protección a la denunciante)