6 de diciembre: un llamado para recordar el rumbo de la transformación

 6 de diciembre: un llamado para recordar el rumbo de la transformación

La opinión de María Isabel Rodriguez Martínez es licenciada en Historia por la UMSNH

El 6 de diciembre no es solo una cita política. Es una jornada en la que la memoria se hace presente y reclama un lugar en el debate nacional. Ese día, al recorrer las calles, el país recuerda que su historia está hecha de luchas populares: desde la Independencia y la Revolución Mexicana hasta las demandas contemporáneas que dieron origen al proceso conocido como la Cuarta Transformación. No es nostalgia ni ceremonialismo; es la afirmación de que México avanza cuando el pueblo se organiza y se reconoce heredero de sus propias batallas.

Mirar atrás obliga a recordar el contexto que dejaron, los modelos económicos aplicados en sexenios anteriores. Donde la desigualdad alcanzó niveles históricos, millones quedaron excluidos del desarrollo y las instituciones fueron capturadas por intereses privados. La inseguridad creció al mismo tiempo que se debilitaba la intervención del Estado en sectores estratégicos. Ese es el punto de partida que explica por qué, en los últimos años, amplios sectores de la población optaron por un camino distinto y apostaron por recuperar la centralidad del bienestar y los derechos sociales.

Los datos permiten dimensionar ese viraje: entre 2018 y 2024 se registró una reducción significativa de la pobreza; el salario mínimo tuvo un incremento real que no se veía en décadas; y el gasto social dejó de ser un complemento asistencial para convertirse en un eje de política pública. La desigualdad, durante años considerada una condena inamovible, mostró descensos medibles. Y aunque todavía falta, la inversión social logró llegar a regiones históricamente ignoradas por el centro político del país.

Sin embargo, ninguna transformación puede darse por concluida. Persisten desafíos que requieren una consolidación institucional; enfrentar incertidumbres económicas, laborales y culturales profundas; y el Estado debe garantizar que los avances sociales sean sostenibles más allá de cualquier coyuntura. En este sentido, la memoria histórica es valiosa cuando se vuelve una herramienta crítica para evaluar lo logrado, pero también para señalar lo pendiente.

El 6 de diciembre nos recuerda que las grandes decisiones del país nacieron en las calles, en el diálogo comunitario y en la participación ciudadana. La legitimidad de un proyecto transformador depende siempre de su vínculo con el pueblo, de su capacidad para escuchar, rectificar y sostener un compromiso real con quienes han sido marginados por las estructuras tradicionales de poder.

Hoy, más que nunca, conviene preguntarse qué país queremos seguir construyendo. No para idealizar el pasado ni suponer que el presente está resuelto, sino para entender que la transformación es un proceso vivo, sujeto a tensiones, disputas y exigencias permanentes. En un momento en que resurgen discursos que buscan minimizar los avances sociales o reinstalar viejas formas de privilegio, la memoria colectiva actúa como un contrapeso indispensable.

El 6 de diciembre, en suma, es un recordatorio de que México no ha dejado de caminar. La memoria insistente que la historia no es una carga: es una guía. Y en un país que ha resistido tantas veces, esa guía sigue siendo necesaria para no volver atrás. Que la historia siga siendo, entonces, no una carga que se arrastra, sino crítica y reflexión que abre el camino para que este país no vuelva atrás

 

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